En el vertiginoso mundo actual, la preocupación excesiva ha emergido como una epidemia silenciosa que afecta a millones de personas en todo el mundo. En un contexto de incertidumbre constante, presiones sociales, y exigencias laborales desenfrenadas, es natural sentir preocupación de vez en cuando. Sin embargo, cuando la preocupación se desborda y se convierte en una carga abrumadora, puede obstaculizar la vida cotidiana y afectar negativamente la salud física y mental de las personas.
Índice
Ansiedad y preocupación excesiva
La ansiedad es una emoción que se manifiesta con sentimientos de malestar y síntomas físicos. Se caracteriza por la anticipación aprensiva de un peligro futuro. Cuando tenemos ansiedad, nos preocupamos por situaciones inciertas y posibles peligros que podrían ocurrir.
Las Preocupaciones son pensamientos sobre un peligro futuro del que hay incertidumbre sobre los resultados. Las áreas de preocupación pueden abarcar aspectos de nuestra vida como la salud, la familia, los amigos, las relaciones sociales, el trabajo o los estudios. Si padecemos de ansiedad, nuestras preocupaciones son más frecuentes, intensas y difíciles de controlar. Nos preocupamos en exceso por muchas cosas.
La ansiedad conlleva una activación del sistema nervioso central (SNC), lo que provoca tensión muscular. También se produce un déficit parasimpático en el descanso y la relajación, lo que se traduce en que tenemos poca capacidad para relajarnos.
Además, el estado de ansiedad puede cronificarse y puede fluctuar según nuestro nivel de estrés. Si bien es cierto que no todo está perdido, con el tratamiento adecuado aprenderemos a gestionarla y mejorará de forma ostensible. Por eso es importante buscar ayuda si experimentamos una ansiedad excesiva; un profesional nos ayudará a manejarla adecuadamente para mejorar nuestra calidad de vida.
Cómo funcionan las preocupaciones y la ansiedad
Todo comienza con un elemento desencadenante, como una situación externa (una discusión con tu jefe) o interna (notas que tu respiración se acelera), que te lleva a plantearte preguntas » ¿Y Si…?». Por ejemplo, podrías preguntarte «¿Y Si ella no sale de esto?» o «¿Y Si yo tuviera un tumor en el cerebro?».
Es normal tener alguna vez estos pensamientos, pero si empiezan a ser excesivos, es cuando se convierte en un problema. Así entramos en un círculo vicioso del que es difícil salir: «¿Si tuviera un tumor en el cerebro, podría lidiar con el tratamiento? ¿Qué pasaría con mi familia?»…
Es muy interesante diferenciar entre la preocupación (que es un fenómeno cognitivo) y la ansiedad (que es un fenómeno emocional). A veces, después de preocuparse mucho (cognitivo), uno puede sentirse desmoralizado y nervioso (emocional).
Otro punto que es de vital importancia es distinguir entre las preocupaciones sobre situaciones reales y actuales, y las que son hipotéticas o improbables. Esta distinción es tan relevante porque las estrategias para abordar cada tipo de preocupación serán muy diferentes. Pasemos a analizarlo detenidamente.
Las preocupaciones sobre situaciones reales generalmente están basadas en hechos concretos y pueden ser más fáciles de abordar. Por ejemplo, si tienes un conflicto con un amigo o un problema en el trabajo, estas preocupaciones están relacionadas con eventos reales que están sucediendo en tu vida en ese momento. En estos casos, es posible tomar medidas prácticas para resolver el problema y reducir la ansiedad asociada.
En el caso de las preocupaciones hipotéticas o improbables, que están basadas en situaciones que aún no han ocurrido o que tienen una baja probabilidad de suceder, el tratamiento será un poco más complejo porque no hay una acción inmediata que puedas llevar a cabo para resolverlas. Estas preocupaciones a menudo están relacionadas con temores futuros, como preocuparte por posibles accidentes o enfermedades graves que todavía no han sucedido.
Pero cuando aprendemos a distinguir entre estos dos tipos de preocupaciones, lo que sí logramos es enfocarnos en gestionar cada una de la forma más adecuada. En las preocupaciones sobre situaciones reales, podemos entrenar nuestra capacidad para resolver problemas. Y para las preocupaciones hipotéticas, podemos trabajar en técnicas de manejo del estrés, reestructuración cognitiva y exposición, con el objetivo de reducir su impacto en nuestra vida diaria.
Recuerda que es normal tener preocupaciones, pero aprender a identificar y manejar adecuadamente cada tipo de preocupación nos ayudará a vivir de manera más tranquila y equilibrada. Si sientes que las preocupaciones están afectando negativamente tu bienestar, no dudes en buscar apoyo y orientación de un profesional de la salud mental.
Pero, ¿es útil preocuparse?
Es posible que en algún momento hayas experimentado ambivalencia en cuanto a preocuparte o dejar de hacerlo. Puede que desees reducir tus preocupaciones y ansiedad para sentirte más tranquilo y en paz, pero, al mismo tiempo, sientes que es fundamental seguir preocupándote por tus hijos o seres queridos para protegerlos y estar alerta ante cualquier posible peligro. Esta ambivalencia puede surgir debido a ciertas creencias arraigadas sobre la utilidad de preocuparse.
Permíteme explicarte un poco más sobre cómo estas creencias pueden afectarnos. Si crees firmemente que preocuparte es útil y te permite prever y evitar problemas, es probable que sigas preocupándote constantemente. Esta mentalidad puede hacer que resulte complicado pensar en dejar de preocuparse, ya que podrías temer que al hacerlo te vuelvas negligente o te arriesgues a enfrentar situaciones no deseadas. A veces, estas creencias también pueden estar vinculadas a la búsqueda de seguridad y la necesidad de control, lo que dificulta aún más el cambio.
Además, la nuestra necesidad de tenerlo todo controlado puede reforzar estas creencias sobre la utilidad de preocuparse. Si te sientes incómodo con la incertidumbre y buscas constantemente respuestas definitivas, es más probable que creas que preocuparte te brinda una sensación de seguridad. Por ejemplo, podrías pensar que anticipar todas las posibilidades te ayuda a estar preparado para cualquier eventualidad y te protege de la incertidumbre y la ansiedad.
Es fundamental trabajar estas preocupaciones: identificarlas y cuestionarlas. Para identificar este tipo de creencias pregúntate qué pasaría si no te preocuparas o te preocuparas menos sobre algo en particular. Algunas creencias muy comunes entre las personas que tienen preocupaciones constante es pensar que gracias a preocuparte:
• Evitas ciertas consecuencias negativas
• Disminuyes tu sentimiento de culpa
• Estas mejor preparado por si ocurre eso que temes
• No caer en la frustración
• Te distraes de pensar cosas peores
• Te ayuda a encontrar una solución
• Te motivas para hacer algo
Pregúntate si preocuparte es realmente útil y si preocuparse menos tendría o no un efecto negativo. No es lo mismo preocuparse de vez en cuando, que preocuparse excesivamente. Piensa que una preocupación excesiva puede hacer que procastines (retrases) las tarea, o que busques una seguridad tan absoluta que al final te paralice llevar a cabo cualquier acción.
Piensa en ejemplos específicos de situaciones en las que te has preocupado y cómo eso ha afectado el resultado. Esto podría ayudarte a identificar patrones y evaluar si, en realidad, tus preocupaciones han sido realmente útiles o si han tenido un impacto negativo en tu bienestar emocional y físico. También podrías realizar experimentos, donde te desafiarías a preocuparte más o menos sobre ciertos temas y luego analizarías cómo te sientes y cómo afecta tus acciones y a la resolución del problema.
Existen alternativas más saludables a la preocupación excesiva. Por ejemplo, podrías aprender técnicas de resolución de problemas para abordar de manera más efectiva los desafíos actuales en lugar de preocuparte constantemente por ellos. También podrías aprender estrategias como la exposición o las técnicas de relajación para enfrentar tus temores e inseguridades hipotéticas, que te permitiría desarrollar una mayor tolerancia a la incertidumbre y afrontar situaciones con menos ansiedad.
Desarrolla una perspectiva realista sobre la utilidad de preocuparse
Es fundamental tener en cuenta que este proceso puede llevar tiempo y esfuerzo, pero el objetivo final es desarrollar una perspectiva más realista sobre la utilidad de preocuparte y que adquieras herramientas efectivas para manejar tus preocupaciones de manera más constructiva.
Quizá lo veas más claro con el ejemplo de María. María es una madre de dos hijos pequeños. Últimamente, ha estado experimentando una preocupación intensa por la salud de su familia. Cada vez que uno de sus hijos tiene un pequeño malestar, su mente se llena de pensamientos catastróficos sobre enfermedades graves y posibles complicaciones. Incluso cuando su esposo le comenta que solo es un resfriado común, ella sigue preocupándose y buscando constantemente información en internet para tratar de confirmar que no es nada serio.
Cree firmemente que su preocupación constante es útil para proteger a su familia. En su mente, si está alerta y anticipa todas las posibles enfermedades y problemas de salud, podrá actuar rápidamente y tomar medidas preventivas para garantizar la seguridad y bienestar de sus seres queridos. Piensa que si no se preocupa lo suficiente, podría pasar por alto síntomas importantes y perder la oportunidad de abordar problemas de salud a tiempo.
Además, siente que preocuparse es una muestra del amor y cuidado que profesa a su familia. Cree que si no se preocupa de manera excesiva, podría ser percibida como una madre negligente o indiferente. Por lo tanto, su preocupación constante se convierte en una forma de demostrar cuánto los ama y se preocupa por ellos.
A pesar de que la preocupación excesiva la mantiene en un estado constante de ansiedad y tensión, cree que es un precio necesario a pagar por la tranquilidad y seguridad que puede proporcionarle a su familia.
A menudo, pasa horas buscando información médica en línea y consultando con amigos y familiares sobre sus preocupaciones, lo que le consume tiempo y energía, aunque considera que es un esfuerzo justificado para proteger a sus seres queridos.
María debería explorar estas creencias sobre la utilidad de preocuparse y cuestionar si su preocupación constante realmente ha tenido un impacto positivo en su familia o si, en cambio, le ha causado un alto nivel de estrés y ha interferido con su bienestar (y probablemente en el de su hijo, al encontrarse nerviosa constantemente).
Es necesario que se dé cuenta que existen alternativas más saludables para cuidar de su familia sin someterse a una preocupación excesiva y debería experimentar formas más equilibradas de abordar sus inquietudes.
Te animo a que te tomes el tiempo necesario para reflexionar sobre tus creencias sobre la utilidad de preocuparte y estés abierto a cuestionarlas. Si estás dispuesto a comprometerte con el proceso, podrás descubrir una nueva forma de afrontar tus preocupaciones y desarrollar una mayor confianza en tus habilidades para enfrentar los desafíos de la vida.
¡Mucho ánimo en este viaje de autoconocimiento y crecimiento personal! Tu bienestar emocional y mental merece la pena el esfuerzo.
BIBLIOGRAFÍA
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