El ciclo vital de una pareja abarca varias etapas, y la descripción propuesta por Evelyn Duvall (1977) brinda un detallado recorrido por estos momentos clave en la evolución de la relación. Cada etapa está marcada por retos específicos y demandas emocionales que la pareja debe enfrentar y superar juntos.
Índice
El Desarrollo de la Pareja
La relación de pareja crece en un ciclo de vida con diferentes etapas que no siempre transcurre de forma ordenada, sino que a veces se mezclan y conectan las etapas típicas en la pareja y momentos de cambio vitales, a veces al mismo tiempo.
Hay que buscar el equilibrio en las distintas etapas del ciclo de vida: empezar como pareja, tener hijos, criar niños pequeños, niños en la escuela, adolescentes, adultos jóvenes, ver a los hijos irse, quedarse solos, envejecer. También debemos adaptarnos a situaciones sorpresivas, como divorcios, nuevas familias, enfermedades, muertes, crisis, etc.
La experiencia de la relación de pareja se inicia cuando se forman la pareja. Esta fase es de las más complejas del ciclo de vida. Sin embargo, cuando la comparamos en nuestra mente con otras etapas, solemos recordarla como la más sencilla y feliz. Se idealiza al otro, al amor y al matrimonio. Aún se desconocen las dificultades de estar juntos, se tienen muchas expectativas sobre descubrir al otro, vivir sin obstáculos familiares y sociales (como en el noviazgo)… Los cuentos infantiles y el “vivirán felices para siempre…” contribuyen a una visión de la pareja fácil y alegre.
Pero luego viene la rutina, a menudo con los hijos naciendo y creciendo, que dificultan que la pareja esté sola o encuentre momentos de intimidad para sí mismos. Esto, junto con los problemas en la crianza, el reparto de las tareas y otros conflictos hacen que la alegría tenga diversos altibajos en la relación.
Las etapas del ciclo vital de la pareja
Formación de la pareja (hasta la llegada del primer hijo)
En esta etapa, la atracción inicial y el enamoramiento predominan. Los rituales de conquista toman protagonismo, y la pareja establece la base de su relación. El desafío central aquí es mantener la conexión física y emocional.
Esta fase se inicia con la elección de pareja, el noviazgo, la convivencia y, en algunos casos, el matrimonio.
Comienza a tomar forma un proyecto de vida compartido y un modelo de pareja. Se establece el compromiso y las normas que regirán su relación. Es esencial definir límites con las familias de origen de cada miembro y establecer reglas que regirán la relación y negociar los roles de cada miembro.
Previo a la convivencia se desarrolla un periodo para relacionarse; es tiempo para conocerse más íntimamente y buscar la convergencia de ideales que conduzcan al compromiso formal. Se considera como la unión de dos individuos provenientes de sistemas familiares distintos, que buscan formar un sistema común. Es vital cuestionarse «qué tipo de pareja deseamos ser».
Con la formación de la pareja, es necesario reestructurar las relaciones con las familias de origen, ya que se inicia un cambio en la dinámica con los padres y hermanos. La familia de origen pasa a un plano secundario en muchos aspectos. La pareja no es solo la unión de dos personas, sino la convergencia de dos familias que influyen y crean una red de subsistemas compleja.
Al comenzar la convivencia, se debe llegar a acuerdos necesarios para cualquier pareja que vive en estrecha colaboración. Deben acordar cómo relacionarse con sus familias de origen, aspectos prácticos de la vida juntos, las diferencias individuales que existen entre ellos y otra serie de asuntos que van surgiendo. La pareja debe establecer su propio espacio, con cierta independencia de la influencia de los padres. Una participación excesiva de los padres puede generar conflictos.
Problemas comunes en esta etapa incluyen falta de compromiso, luchas por el poder, rigidez o sumisión, o una excesiva implicación con la familia de origen.
Crianza inicial de los hijos (hasta los 30 meses del primer hijo)
Con la llegada del primer hijo, la dinámica de la pareja cambia drásticamente. La atención se enfoca en satisfacer las necesidades del bebé, lo que puede llevar a tensiones y adaptaciones en la relación de pareja. La formación de un nuevo sistema familiar es un reto central.
Familia con niños preescolares (hasta los 6 años del primer hijo)
La atención se centra en criar y cuidar a los hijos preescolares. La pareja debe adaptarse a las demandas de crianza y a las necesidades cambiantes de los niños. La comunicación y la colaboración en la educación de los hijos son fundamentales.
Surge la necesidad de incorporar al hijo como un nuevo miembro del sistema familiar, dando lugar a un subsistema dentro de la familia. Se empieza a formar el subsistema de la nueva generación, que posteriormente, con el nacimiento de otros hermanos, dará paso al subsistema fraternal. Este debe coexistir y crecer junto con los sistemas conyugal y parental.
El nacimiento de un hijo transforma la dinámica de pareja en un triángulo; esto implica un cambio en las reglas de relación y comunicación. Si no nos adaptamos, los problemas de la familia podrían empezar a manifestarse «a través del hijo».
Una vez más, es necesario reajustar las relaciones con las familias de origen para integrar roles parentales y filiales sin interferencias ni intrusiones. Esto implica establecer ciertas normas en las interacciones con los abuelos, para evitar perturbar los modelos educativos, de autoridad y disciplina ya establecidos.
Al mismo tiempo, es esencial establecer límites claros y firmes, tanto físicos como emocionales, para asegurar la preservación de espacios íntimos e indivisibles para la pareja. Si esto no se lleva a cabo, podría descuidarse el espacio de la pareja, generando tensiones. Por eso momento de renegociar roles y responsabilidades, como el hogar, los hijos, el trabajo y el cuidado emocional. Esto ayudará a equilibrar la crianza con la relación conyugal.
Posibles problemas que pueden surgir incluyen la pérdida del espacio como pareja debido a la intrusión excesiva de la familia de origen o del hijo pequeño; la formación de una alianza madre-hijo y la desconexión del padre; el regreso a roles de género más tradicionales.
Familia con niños escolares (hasta los 13 años del primer hijo)
Los hijos están en edad escolar, lo que puede permitir a la pareja retomar algunos aspectos de su vida anterior. Sin embargo, las responsabilidades siguen presentes, y la adaptación a las actividades escolares y sociales de los niños es un reto.
Pueden surgir las “coaliciones intergeneracionales”. Las «coaliciones intergeneracionales» son a las alianzas o asociaciones que se forman entre diferentes generaciones dentro de una familia. Por ejemplo, en una familia se coaliga uno de los padres con un hijo contra el otro padre (coalición intergeneracional). Estas alianzas pueden afectar las dinámicas familiares y las relaciones entre los miembros de diferentes edades. Por ejemplo, en ocasiones pueden surgir situaciones en las que uno o varios miembros se unen en contra de otro miembro, creando tensiones y conflictos en la familia. Estas coaliciones intergeneracionales pueden influir en la toma de decisiones, en la distribución del poder y en la comunicación dentro de la familia.
Familia con hijos adolescentes (hasta 25 años del primer hijo)
La adolescencia introduce desafíos adicionales, ya que los hijos buscan independencia y se enfrentan su propio crecimiento y numerosos cambios emocionales. La pareja debe encontrar un equilibrio entre permitir la libertad y mantener responsabilidades y límites.
Sigamos un orden cronológico. Las dificultades que al principio tuvo la pareja se han solucionado con el tiempo, y su forma de ver la vida ha madurado. Es un momento en el que la relación entre ellos se profundiza, ya tienen buenas relaciones con sus familiares y amigos cercanos. Los desafíos de criar a niños pequeños quedaron atrás, y ahora disfrutan viendo cómo sus hijos crecen.
Cuando llegan a esta etapa, han superado muchas peleas y han encontrado maneras de llevarse (mejor o peor). A veces, en estos años, pueden surgir problemas graves, e incluso algunas parejas acabaran en divorcio.
Este es el momento en que los hijos dejan la niñez y se convierten en adolescentes. La etapa de la adolescencia puede contemplarse como una lucha en la familia para mantener las jerarquías que existían hasta entonces.
En este momento, es importante ser flexible con las reglas y los límites para permitir que los hijos se vuelvan independientes poco a poco. También es un buen momento de evaluar los logros personales y profesionales de cada uno en la pareja.
Posibles problemas en esta etapa pueden ser: padres demasiado protectores o distantes con los adolescentes, revivir viejas peleas entre los padres, sentir insatisfacción con los logros personales o profesionales, y tener problemas de comunicación con los hijos, como por ejemplo la típica rebeldía de adolescente que busca su propia identidad fuera del hogar.
Familia plataforma de lanzamiento (hasta que el último hijo se va de la casa)
Con los hijos saliendo de casa, la pareja experimenta el «nido vacío» (que se caracteriza por sentimientos de soledad, vacío, tristeza y pérdida después de que los hijos han abandonado el hogar). Esta etapa puede generar una reevaluación de la relación y un redescubrimiento mutuo. Se presentan oportunidades para explorar intereses individuales y compartir nuevas experiencias como pareja.
Un problema en la relación de pareja que puede surgir en esta etapa es que los padres se encuentren en silencio, sin tener temas de conversación ni cosas para compartir. Durante años, sus conversaciones han girado en torno a los hijos. A veces, la pareja empieza a discutir sobre los mismos asuntos que solían discutir antes de tener hijos. Si estos temas nunca se resolvieron, sino que se dejaron de lado cuando llegaron los hijos, ahora pueden volver a surgir.
Familia de edad media (hasta el fin del periodo laboral de uno o ambos miembros de la pareja)
La pareja se enfrenta a la jubilación y los cambios que conlleva. La adaptación a la nueva dinámica de tiempo y roles puede ser un desafío. La relación puede experimentar renovación y enriquecimiento.
Sus responsabilidades como padres se reducen y tienen más tiempo para disfrutar juntos. También es un buen momento para retomar proyectos personales y recuperar su espacio individual. Es esencial que los adultos se adapten y encuentren actividades e intereses propios.
En esta fase del ciclo de vida familiar, es posible que los padres deban cuidar de sus propios padres mayores. Por lo tanto, el mayor desafío en esta etapa es adaptarse a esta nueva situación.
Familia anciana (hasta la muerte de uno o ambos miembros de la pareja)
En esta última etapa, la pareja enfrenta la vejez y la posibilidad de pérdida. Mantener la motivación, aceptar los cambios físicos y emocionales y brindarse apoyo mutuo son cruciales.
Los padres han envejecido y los hijos empiezan a cuidar de ellos. Puede ser un período complicado para todos, especialmente si hay problemas de salud involucrados. Las responsabilidades tanto físicas como emocionales pueden aumentar debido a la necesidad de cuidados.
La muerte de los padres es un destino inevitable para todos los miembros de la familia. En ocasiones, cuando uno de los padres fallece, el otro queda viudo o viuda. Esto puede llevar a una nueva fase en la familia: la viudez. Sin embargo, no todos los expertos la consideran como una etapa separada.
El ciclo de vida familiar: un recorrido compartido en la vida
En esencia, formar parte de una familia significa abordar y superar juntos los desafíos de cada etapa de la vida. Además del esfuerzo individual y colectivo necesario en cada cambio, es importante cuidar y nutrir los lazos emocionales que nos unen.
BIBLIOGRAFÍA:
Duvall, E. M. (1977). Desarrollo de la familia: Ciclo de vida familiar. Editorial Médica Panamericana.