Podemos definir el trauma como cualquier acontecimiento cuyo impacto supera tu capacidad para enfrentarlo e integrarlo.
Pero, ¿cuáles son los elementos esenciales del trauma?
Índice
La Naturaleza del Trauma
Las emociones intensas no procesadas que experimentamos durante un trauma pueden ser extremadamente intensas y a veces no logramos asimilarlas, incluso con el paso del tiempo. No logran integrarse de manera saludable en nuestra experiencia emocional.
Imagina que atraviesas una situación extremadamente estresante o traumática que genera emociones intensas de miedo, tristeza, ira o desesperación. Si no encuentras una manera adecuada de expresar, comprender y enfrentar esas emociones, pueden quedar atrapadas dentro de ti de manera cruda y desorganizada. Estas emociones intensas pueden persistir en el tiempo, afectando tu bienestar emocional y tu funcionamiento diario. Pueden manifestarse como reacciones emocionales exageradas ante situaciones que te recuerden el trauma, dificultades para regular tus emociones, o incluso en síntomas físicos como dolores corporales o problemas de salud.
El proceso de «digestión emocional» implica procesar esas emociones intensas de manera que puedas entenderlas, aceptarlas y eventualmente integrarlas en tu experiencia de vida. Esto es fundamental para la salud mental y emocional a largo plazo, ya que te permite adaptarte y seguir adelante después de experiencias difíciles.
Así mismo, durante el trauma sentimos una gran indefensión y falta de control. No podemos reaccionar físicamente, es decir, no podemos ni luchar ni escapar de la misma.
En el ámbito de la psicología y psiquiatría, también se habla del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Sin embargo, puedes tener trauma sin llegar a desarrollar TEPT. Muchas personas no sufren TEPT, pero experimentan las secuelas de un trauma prolongado a lo largo de su vida.
Algunos ejemplos de situaciones que pueden causar trauma:
Pérdida de un Ser Querido:
- La muerte repentina o esperada de un familiar cercano o un amigo íntimo.
- La pérdida de un hijo, que es una de las experiencias más traumáticas que una persona puede enfrentar.
Accidentes Graves:
- Estar involucrado en un accidente automovilístico severo.
- Sufrir una lesión grave en el trabajo o durante actividades recreativas.
Violencia y Abuso:
- Ser víctima de violencia doméstica, abuso físico, emocional o sexual.
- Ser testigo de violencia, como presenciar un asesinato o un ataque violento.
Desastres Naturales:
- Vivir un terremoto, huracán, incendio forestal, inundación u otro desastre natural devastador.
- Experimentar la destrucción de la vivienda o la pérdida de pertenencias debido a un desastre natural.
Experiencias de Guerra y Conflictos:
- Haber estado en una zona de guerra como soldado o civil.
- Ser refugiado y tener que huir de un conflicto armado, dejando atrás el hogar y la comunidad.
Acontecimientos Traumáticos en la Infancia:
- Crecer en un entorno familiar disfuncional, con abuso, negligencia o violencia.
- Sufrir bullying intenso y constante en la escuela.
Eventos Médicos Graves:
- Ser diagnosticado con una enfermedad grave o terminal.
- Someterse a cirugías complejas o procedimientos médicos invasivos.
Violencia y Crimen:
- Ser víctima de un robo, asalto o secuestro.
- Ser testigo de un crimen violento o estar presente en un tiroteo.
Perder el Empleo o Estabilidad Financiera:
- Perder el trabajo de manera inesperada y enfrentar dificultades económicas graves.
- Experimentar la quiebra financiera o la pérdida de una vivienda.
Separación o Divorcio:
- Pasar por un divorcio conflictivo y doloroso.
- Perder la custodia de los hijos en una disputa legal.
Cada una de estas experiencias puede tener un impacto profundo y duradero en la salud mental y emocional de una persona, y puede requerir apoyo profesional para su manejo y superación.
Es de vital importancia entender que el trauma es una respuesta normal de nuestra mente ante situaciones extremas, en un intento de procesarlas. Para entender mejor esta respuesta, profundicemos un poco en la fisiología del estrés y el trauma.
Fisiología del Trauma
La respuesta al estrés y al trauma tiene raíces profundas en la fisiología humana y está vinculada con la activación del sistema nervioso autónomo, particularmente el sistema simpático y la liberación de ciertas hormonas.
El sistema nervioso autónomo (SNA) regula las funciones corporales involuntarias y se divide en dos ramas principales:
1. Sistema Nervioso Simpático (SNS):
– Responsable de la «respuesta de lucha o huida».
– Ante una amenaza, el SNS se activa, aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la liberación de glucosa en la sangre para proporcionar energía rápida.
– Las glándulas suprarrenales liberan hormonas como la adrenalina y el cortisol.
2. Sistema Nervioso Parasimpático (SNP):
– Ayuda a calmar el cuerpo después de que pasa el peligro, reduciendo la frecuencia cardíaca y promoviendo la digestión y otras funciones de mantenimiento corporal.
Las principales hormonas del estrés son:
– Adrenalina: Aumenta la frecuencia cardíaca, la presión arterial y proporciona energía adicional al cuerpo. Por ello, incrementa de la respiración para suministrar más oxígeno a los músculos y libera glucosa y grasas almacenadas para obtener esta energía adicional.
– Cortisol: Conocida como la hormona del estrés, ayuda a mantener el equilibrio de líquidos y la presión arterial, y regula el metabolismo de proteínas, carbohidratos y grasas. También juega un papel en la regulación del sistema inmunológico y la respuesta inflamatoria.
A largo plazo, el estrés crónico y los niveles elevados de cortisol pueden llevar a problemas de salud como hipertensión, enfermedades cardíacas, diabetes y obesidad. También se pueden desarrollar problemas de memoria y concentración debido a los efectos del cortisol en el hipocampo. El Sistema inmunológico se verá debilitado, aumentando nuestra susceptibilidad a las infecciones.
Síntomas de una Persona con Trauma
La experiencia del trauma es subjetiva; lo que para una persona puede ser traumático, para otra puede no serlo. Sin embargo, siempre implica un hecho que causa daño físico, psicológico o moral, provocando emociones negativas muy intensas como tristeza, miedo, pánico, humillación, vergüenza, rabia, rencor y resentimiento.
Si tienes trauma, puedes estar en alerta continua, tener dificultades para dormir y experimentar pesadillas. Puedes creer que el mundo es un lugar peligroso, no confiar en nadie, ni siquiera en ti mismo, lo que dificultará tus relaciones con los demás.
Otro mecanismo de defensa común es intentar agradar a los demás a toda costa. Es como si pensaras que si haces todo lo posible por complacer a los demás, evitarás conflictos o recibirás aceptación y amor. Sin embargo, esto puede convertirse en una carga pesada porque pones las necesidades de los demás por encima de las tuyas propias, a menudo sin ni siquiera darte cuenta.
Puedes tener reacciones exageradas a nivel emocional y evitar lugares, personas o situaciones que te recuerden el trauma.
Disociarte de tus emociones es otra forma de defensa que algunas personas adoptan. Es como si trataras de separarte emocionalmente de las sensaciones difíciles, como si las apagaras para no tener que enfrentarte a ellas. A corto plazo, esto puede parecer efectivo para lidiar con el dolor, pero a largo plazo puede llevar a una desconexión emocional que afectará tu bienestar general.
Es importante recordar que estos mecanismos de defensa son naturales y en ciertos momentos pueden parecer la única manera de sobrellevar situaciones abrumadoras. Sin embargo, es fundamental buscar formas saludables de enfrentar el trauma, para poder sanar de manera genuina y recuperar el control sobre tu vida emocional.
Cuando el trauma no se resuelve adecuadamente, puede tener efectos perniciosos en tu vida. Si te identificas con alguno de los síntomas o características descritas, es fundamental buscar la ayuda de un profesional. La comprensión y el tratamiento adecuado pueden abrir el camino hacia la recuperación y una vida más saludable y equilibrada.